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Para pensar...

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MANUAL PARA SUBIR MONTAÑAS 

Elige la montaña que deseas subir.

No te dejes llevar por los comentarios de otros, como “aquella es más bonita” o “esta es más fácil”. Vas a gastar mucha energía y mucho entusiasmo para lograr tu objetivo, por lo que eres el único responsable y debes estar seguro de lo que haces.

Has de saber llegar hasta delante de ella.

Muchas veces, se ve la montaña desde lejos: bella, interesante, llena de desafíos, pero cuando intentamos aproximarnos, ¿Qué ocurre? Las carreteras la rodean, hay bosques entre tu y tu objetivo, lo que parece claro en el mapa es difícil en la vida real. Por tanto, prueba todos los caminos, los senderos, hasta que un día estés delante de la cima que pretendes alcanzar.

Aprende de quién ya camino por allí.

Por más que te consideres único, siempre hay alguien que tuvo ese mismo sueño antes y acabó dejando marcas que pueden facilitar la caminata: lugares en los que colocar la cuerda, senderos, ramas rotas para facilitar la marcha. La caminata es tuya y la responsabilidad también, pero no olvides que la experiencia ajena ayuda mucho.

Los peligros vistos de cerca, son vencibles.

Cuando empieces a subir la montaña de tus sueños, presta atención a tu alrededor. Hay grietas imperceptibles. Hay piedras tan pulidas por las tormentas, que se vuelven escurridizas como el hielo, pero, si sabes donde colocas el pie, notaras las trampas y sabrás rodearlas.

El paisaje cambia, con que aprovéchalo.

Claro que es necesario tener un objetivo fijado: llegar a lo alto, pero, a medida que se va subiendo, se pueden ver mas cosas y no cuesta nada parar de vez en cuando y disfrutar un poco del panorama circundante. A cada metro conquistado, puedes ver un poco más lejos: aprovéchalo para descubrir cosas que aún no habías advertido.

Respeta tu cuerpo.

Solo consigue quien presta al cuerpo la atención que merece. Tienes todo el tiempo que la vida te da, por lo que debes caminar sin exigir lo que se te puede dar. Si andas demasiado de prisa, acabaras cansado y desistirás a la mitad. Si andas muy despacio, puede caer la noche y estarás perdido. Aprovecha el paisaje, disfruta del agua fresca de los manantiales y de las frutas que la naturaleza te da, generosa, pero sigue andando.

Respeta tu alma.

No te repitas todo el tiempo: “voy a conseguirlo”. Tu alma ya lo sabe, lo que ésta necesita es usar la larga caminata para poder crecer, extenderse por el horizonte, alcanzar el cielo. Una obsesión no ayuda nada a la búsqueda de tu objetivo y acaba privándote del placer de la escalada, pero atención: “es mas difícil de lo que pensaba”, porque eso te hará perder la fuerza interior.

Prepárate para caminar un kilómetro más.

El recorrido hasta la cima de la montaña es siempre mayor de lo que piensas. No te engañes, ha de llegar el momento en lo que parecía cerca esté aún muy lejos, pero, como estas dispuesto a llegar lejos, eso no llega a ser un problema.

Alégrate cuando llegues a la cumbre.

Llora, da palmas, grita a los cuatro vientos que lo has conseguido, deja que el viento allí arriba (porque allí, en la cima, siempre sopla viento) purifique tu mente, refresque tus pies sudados y cansados, abra tus ojos, limpie el polvo de tu corazón. Que bien: lo que antes era solo un sueño, una visión distante, ahora es parte de tu vida, lo has conseguido.

Haz una promesa.

Aprovecha que has descubierto una fuerza que ni siquiera conocías y dite que a partir de ahora la usaras hasta el resto de tus días. De preferencia, promete también descubrir otra montaña y partir hacia una nueva aventura.

Cuenta tu historia.

Si, cuenta tu historia. Da tu ejemplo. Di a todos que es posible y otras personas sentirán entonces el valor para afrontar sus propias montañas.

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